jueves, 9 de mayo de 2013

Agapito Vázquez




Recorría el automóvil con una aceleración tranquila, despejada, por el camino desértico de una carretera que es traicionera, el sol estaba a punto de meterse, se reflejaba un pequeño espejo al fondo, la luz llegaba como un filtro especial en mi rostro, sintonizaba la canción adecuada, todo era perfecto, la introspección que te invita el manejar sin compañía, la melodía correcta, las emociones revueltas, todo era digno de una meditación especial.

Ya cuando la luna aparecía, mi automóvil se descompuso, simplemente me orillé a un costado del camino, esperando que éste se enfriara, una cuestión mecánica de temperaturas y aguas, según mi especialidad en automóviles. Pasaron 10 minutos y yo ahí sin agua para poder echarle al coche, todo era desolador, en un cansancio y estrés manipulador, percibí por el retrovisor el caminar de un señor, quien venía cargando un morral de color café. No era común a esa hora encontrar a alguien caminando por la carretera así que decidí ponerme alerta. Él se acercó un poco y dijo:
-      
-         -   Se le descompuso el carro
-       -    Así es, al parecer se calentó y le hace falta agua.

De pronto él se inclinó hacia el suelo, movió ese morral café de tela pesada, como si fuera un retazo de alguna cobija vieja, sacó una botella de refresco grande, me miró al rostro y me dijo:
-          
-   - Ándele, échele agua, no se le vaya a descomponer su carrito.
-        -  Pero esta agua es suya, para beber, como lo voy a dejar sin agua.
-         - No se apure por ahí encontraré una llave más delante.

Yo no podía aceptar su agua, esa botella que me recordaba a mi viejo abuelo, quien siempre portaba una botella con agua y un trozo de mecate en la punta para amarrarla a la bicicleta.
-        
-            -   De donde es usted amigo; le pregunté.
-          -  Soy del DF, pero vine a visitar a mi hermano a Silao, sólo que no lo encontré, al parecer ya falleció, le rencantaba el chupe, y la semana pasada me dijo que lo viniera a ver por qué iba a morir y pos que me daba pal pasaje, y yo confiado me vine desde el Martes de la semana pasada y llegue el domingo por la tarde.
-          
        - Y eso, ¿por qué  tanto tiempo?
-          -   Es que me vine caminando.

Era algo que no lo creía tan fácilmente, observé su vestimenta a detalle, una playera gris de una marca cementera que hacia juego con su gorra azul, un pantalón de vestir  abigarrado por el sol, y unos zapatos que imploraban descanso.
-          
     Pues mire, yo voy para Celaya, si quiere le doy un aventón para allá y ahí me cuenta en el camino su historia.
-          Ándele amigo, pero entonces póngale agua a su coche, ora no se quede ahí quieto.
Decidí tomarle la palabra, esperando encontrar una gasolinera al fondo del camino y ahí reponerle su botella de agua.

Finalmente el coche encendió, el subió al coche y con pequeños  quejidos se acomodaba en el asiento.
-          
     - Salí de Silao desde las 4 de la tarde, nomás que ya no aguantaba y me quede dormido en un mezquite, y como me gusta caminar más en la noche, pos dije, hay que darle no hay de otra. La vida no es para acoquinarse.

Yo no podía creer que en realidad él hubiera caminado tanto, su rostro arrugado por el tiempo, un bigote que cubría unos labios secos y enmarcaba los pocos dientes que tenía, hacían de un personaje único llegué a pensar que era un anacoreta de la vida.

Llegamos a la gasolinera, revise el coche, al parecer todo estaba perfecto, me baje en la tienda y le compré su agua, más un refresco grande, mas unas galletas grandes y unos Doritos, si lo sé soy un loquillo, pero en el poco rato que llevábamos caminando escuchaba su borborigmo intempestivo.

Él se bajó del coche y tomo las bolsas, las acomodó y me dijo:
-        -  ¿Y uste es ingeniero?
-        -  No,¿ tengo la cara de ingeniero?
-        -   Si , los ingenieros son más alivianados que los lics.

Decidí no comentarle mi profesión para que la plática fuera más amena sin prejuicios de por medio, comenzamos agarrar camino y el veía las tierras.
-        
        Hoy la luna está bien grandota, así me gustan las noches pa caminar, mi padre siempre me dijo; “hijo cuando salgas, siempre cárgate una bule de agua y una navajita, aunque no tengas sed, siempre cárgalo”. Y ya ve, le sirvió a usted.

Tengo que aceptar que cuando mencionó la palabra “navaja” inmediatamente me dio  canguelo, sin embargo se me olvidó al escuchar otra misma palabra de nombre “bule” y es que en Nayarit de donde es mi padre y mi abuelo, esa palabra es utilizada para designar a las botellas o garrafones que son utilizados para el agua o gasolina.
-          
      -Y como se llama usted; le pregunté
-         - Agapito Vázquez pa´ servirle, ¿y usted?
-         - Yo me llamo Marvin, como Martin pero con “v”
-         - Merlin, mucho gusto Don Merlin.

Bueno, por lo menos ahora ya era el mago Merlín. El tomo las galletas, las abrió y me dijo:
-         
            - Ora pízquele

Agarré una galleta, y comía mientras él me contaba sus pesares.

Agapito Vázquez había nacido en el pueblo de nombre “El espejo”, del estado de Guanajuato, había trabajado desde que tiene conciencia en el campo, con las vacas, y las chivas, no dormía, no estudió, siempre se la vivió en el campo, hasta sus 20 años, que sus hermanos le dijeron que se fueran para la capital, y así fue, vendió todo y decidió ir a buscar un sueño a la capital, estando allá se enseñó a pegar tabique, a la plomería, la carpintería a infinidad de oficios, se casó y tuvo 2 hijos, uno de ellos está en Guadalajara y el otro en Toluca, lleva 50 años viviendo en la capital, le gusta mucho conocer lugares caminando , es un aventurero como se dijo a el mismo, un día por una vereda se le apareció una mujer de un cabello largote, largote como lo describe él; hermosa, y esa noche la luna estaba igual de grandota que la noche en la que viajábamos juntos.

Don Aga, tenía la ilusión de ver a su hermano por última vez, ya que tenía 20 años que no lo divisaba, pero no se le cumplió el deseo.

El día que llovió pescados.
Un día, estaba yo ahí dormido, y con mucha hambre, estaba cayendo una lluvia de esas bonitas que mojan parejo, pero uste sabe que el hambre es canija, y me jui caminando pal durazno  a ver si había unos por ahí. Cuando de pronto veo pa abajo del rio como comienzan a caer pescados del cielo, unos pescadotes grandotes oiga, que me pizco unos cuantos y regreso a la casa, comencé a limpiarlos y a ponerlos en la leña pa comerlos bien asaditos, fíjese, 3 años seguidos llovieron pescados, 3 años seguidos no padecí hambre.
dDon Agapito me contaba sus historias mágicas, del ser un caminante errante por la vida, sin temor al camino, a las veredas, al destino, a la única intensión de recorrer el mundo con sus pies.

Llegando a Celaya volteo y me dijo:
-          
     - Mire Inge Merlín, uste se ve que es re buena gente, no se me desanime, estos tiempos son difíciles pero se tienen más cosas que en mis tiempos, sabe que es lo único que ocupa, puritito amor a lo que se haga. Y verá que así la vida se disfruta bien a todo dar.

Di la vuelta para llegar a la central camionera, yo solo pensaba en las palabras, en las historias, en las ganas y en el amor hacia la vida misma.

Le dije:
-          -  Mire vamos a ver si hay una salida a México
-        -   Pues ahí vera Inge, amos.

Al comprare el boleto, el sacó su credencial del INSEN, me la dio, la señorita me preguntó en que asiento lo ponía, el respondió, ahí en medio, en el 18, es mi número de la suerte.

Lo acompañé a la sala de espera, me tendió  su mano , con gratitud y con un gran suspiro me dijo; cuando se le ofrezca amigo, lo esperaré por cualquier camino que recorra. Se dio la vuelta y se fue.
Yo simplemente, me quede ahí, ya por la noche mientras dormía me di cuenta de que la vida por extraña que esta sea, siempre te hará vivir momentos de magia pura y encuentros inexplicables con quienes aún no olvidas.


martes, 7 de mayo de 2013

Si tú soga fuera blanca.


Imagina que sujetas con sólo dos dedos un costado de la cuerda, esa cuerda que viene sujetando infinidad de pesares, recuerdos, vivencias, dolores, anhelos, frustraciones… tú ahí tirado en la orilla de  lo más alto de un edificio, con el viento soplando contra tu cara, el polvo embarrando tus ojos, el frio congelando tus fuerzas, una mano detrás de tu espalda, con el rostro mirando hacia abajo; justo lo largo de aquella soga que mantienes con el simple esfuerzo de dos dedos, impaciente  por no poderla subir, las fuerzas que se han desgastado en este último tiempo no dan para más, tu ahí, mirando hacia abajo, un fondo sin ningún consuelo, únicamente esa soga de color blanco amarrada a lo que sostienes sin haber reconocido el valor del peso hasta ese día.

De pronto los dedos comienzan a deslizarse lentamente hasta quemar las yemas, estás sudando, gritando por no soportar más el pesar, tienes una pierna rota, la otra desaguando una herida de bala, has sido flagelado 100 veces, eres un trozo de ser humano, convertido en carroña áspera de un verano o invierno intolerante. Aun ahí en la orilla de ese edificio gris, tienes el valor de observar el color de las nubes, el sabor de un tímido sol, sientes el compás de alguna melodía callejera, tus labios se han secado por completo, es tiempo de soltarlo, es tiempo del nuevo tiempo.

Respiras, agachas la cabeza sin mirar lo que vas a dejar caer a un fondo imperecedero, tus dos dedos nos pueden más, has llagado por completo tu piel, has perdido el último aliento, es hora de perder por completo.
Escuchas a la razón, aquella que nunca dio por hecho lo que eran fantasías, te das cuenta que has disipado, te das cuenta que has tocado el mayor de los fondos, un fondo insuperable, en donde se vive de preguntas sin respuestas, un fondo de soledad, de vieja amargura, de pesar, de estrés, de vicio, un fondo oscuro, caluroso, ansioso e impaciente.

Estas con la mirada perdida en el lado izquierdo del edificio, observas como existe una profunda tristeza en el cielo, una tristeza infinita tal como lo es, ahora no sabrás que harás, quizá lleguen por ti, tal vez se olviden de ti, todo este tiempo indeciso de fórmulas extrañas han dado un resultado, el olvido de tú tiempo.
¿Qué ha sido lo más pesado que has cargado?, ¿Cuál ha sido el dolor físico más fuerte que has tolerado?, comienzas a torturar a tu cerebro, a ese breve espacio de la imaginación y la alucinación, hoy has perdido.
El beso, el aroma, la comida, el trabajo, los amigos, el automóvil, el dinero, el agua, el sexo, el amor, el adiós, el ahora, todo se mezcla entre sí, para darte una bocanada de esperanza, esa esperanza que sabes que existe pero no tiene nombre ni forma, y que colocas en las manos del tembloroso destino.
Comienza a sonar una vieja canción de piano, sigues perdido en la fastuosa incomprensión del cielo, es tiempo de romper con heridas, es tiempo del nuevo tiempo.

Preparas ese pie inmóvil, a tapar la rasgadura de la bala que perforo tu piel, detienes la sangre, mojas tus labios con la poca saliva de algún recuerdo, retomas tus manos, lentamente te sientas ahora de espaldas al vacío, piensas en arrojarte sin miedo, observas la puerta del fondo, esperas que alguien te detenga, esperas de alguien, cierras los ojos, respiras, levantas tu cuello, piensas.
Te has levantado, sin saber cómo caminas, sin consejos, sin vitaminas, en la derrota perfecta con sabor a victoria desciendes bajo 365 pisos de altura, vuelas, comes el viento.
La caída dolió, ahí en el asfalto tus huesos, tu estirpe, tu nombre quedó intacto, sin saber el ¿por qué? de tu exquisita decisión. Aun parpadeas un poco, observas la calle del fondo, ¿Qué sientes al saber que estás muerto?.

De pronto frente a ti, estás tú, mirando lo que fuiste, lo que te has hecho, olvidas creencias, religión, amor, dios, cielo, infierno, estás tú en el renacimiento perfecto del dolor, con una mente vacía, dispuesta a reinventar el fracaso, a conocer del amor, a besar, a beber, a correr, aprender a volar, a vivir para vivir, a conocer el tiempo del destiempo. Nada es perfecto, nada es correcto ni eterno, superaste el eje imprescindible del florecimiento obsoleto, eres una oportunidad del mundo, eres un espacio infinito de la naturaleza ambigua con sus dimensiones dispersas, eres tú y la oportunidad de unas nuevas circunstancias.
Desaparece tu torturado cuerpo del suelo, te das la vuelta, eres un guerrero sin armamento, sin excusas, sin presiones, sin deudas ni austeridades de amor. Eres tú, y tus ojos de color perfecto.

Llegaste al punto en donde se encuentra el desamor, la desesperación, la adicción, la dependencia, la frustración, llegaste al punto donde el tiempo era inocuo y sucumbiste a la banalidad de la divina tortura, dejaste de ser de aquello, de esos, de todos, ahora eres de ti, de mí, , en una embestida solipsista dominarás el arte de renacer a las peores circunstancias sin buscar el ¿Por qué? Y conectarás tu persona con lo que nunca habías sentido… vivir, sin tiempo, sin miedos, sin paradigmas, sin lugar, sin personas, vives para lo que la causa ponga en ti, duplicando lo que dispongas de tu enigmático nuevo ser. Un ser que no es ave fénix, que no es ave, que no es sabiduría, que no es un retiro, que no es monje, un ser que no es ser sin existir del sufrimiento ni de la resucitación de lo que hasta ahora conoces como esperanza, esa que se disfraza en el momento y lugar perfecto, y se amarra a ti de una soga blanca, y tú la tomaras con ambas manos, hasta desintegrar el tiempo, un tiempo de ti, y sin soga que amarre dolor. 

Favor de volverse a leer con esta canción de fondo. #porsuatencióngracias