Estoy sentado en una silla de esas modernas en las cuales no encuentras como acomodarte, de mi lado izquierdo esta un “muchacho don”, de esos que se fajan la camisa, usan gel, traen de esas botas que les exigen en las empresas para que no vayan a tener un accidente, y se encuentra hablando por teléfono con alguien al que le llama “Jefe”, mientras camina de un lado para otro, le pega unos sorbos a su café.
Comienzo a escuchar música, me pongo los audífonos, trato de buscar algo acorde a la tarde y al clima, sin más comienza a sonar Rels B, con su constante insistencia en que fume, folle y amé, vaya mágica ecuación.
Y es así como enlazo el tema; El amor en tiempo de Cuarentena.
Marco es un tipo bien parecido, hace ejercicio a diario, tiene la mirada profunda y el corazón roto, usa una barba como de 4 días, y el cabello desenfadado, casi siempre camina para ir a cualquier lugar, es muy inteligente en la universidad, es deportista, simpático, responsable, toca la guitarra desde los 7 años, recicla y rescata perros, ¡Carajo!, pudiera ser el tipo de hombre perfecto para cualquier persona, a Marco hace 3 años le rompieron el corazón.
Libia era una mujer que sabía como vestir en cada ocasión, no le fallaba el tono, la forma, el corte, el clima, todo era sutilmente bien puesto en ella, el cabello largo y ondulado, media rojizo, cálido, hacía que sus pecas brillaran cuando le pegaba el sol o simplemente reía, Libia se encargaba de organizar eventos para las empresas en el país, ella tenía todos los conectes, para poder hacer una cena de gala, hasta un concierto con Los Acosta, Libia era fan de Los Acosta, justo en ese momento en el que ella caminaba por la Alameda de la ciudad, en sus audífonos viejitos, escuchaba esa rola que decía “ Siento un vacío tan difícil de llenar, no sé qué hacer para olvidar, no sé qué hacer si tu no estas, día con día desespero más y más, pero es inútil se fue de la ciudad, nadie me puede consolar, solo mi herida, que sanará, voy a pintar un corazón, para que sepas donde estoy, si un día piensas regresar, por ti mi amor voy a esperar”. Si justo de Los Acosta.
Don Richard, era el jefazo, manejaba un automóvil deportivo último modelo de color gris, para dos personas, ni una más, usaba gafas negras muy al estilo Perros de Reserva, tenía algunas semanas que su esposa había muerto, y por lo regular los fines de semana se iba a cenar a lugares caros, pedía lo más exótico de la carta, en el todo era pulcritud, todo era elegancia.
Era un Lunes como a las 6 de la tarde, Marco caminaba por las calles de la ciudad, llevaba un poco de prisa, pues tenía que recoger su computadora que había llevado arreglar, y si no llegaba a las 7 en punto le cerrarían, Marco sabía que lo lograría , sin embargo nunca imagino que se toparía a Libia de frente, caminaba como en pausa, su cabello resorteaba en cámara lenta de un lado para otro, a lo lejos ya le venía sonriendo a Marco, pareciera que ya se conocían de otros tiempos, de otros mundos de otras vidas.
De pronto se cerró el auto deportivo de Don Richard, justo en la orilla de la banqueta, solamente gritó:
- ¡ Libiaaaaaa ¡ , ¡aquí estoy! .
Libia miró inesperadamente, y cambió de Dirección, se subió con Don Richard.
- Papá, me encanta esa canción .
Libia le subió a todo volumen y comenzaba a gritar :
- ¡Hey, Come on, try a Little, nothing is forever, there´s got to be something better than, in the middle , but me and Cindirella, we put it all together, we can drive it home, with one headlight.
Justo era esa canción de Los WallFlowers, que siempre la ponía todas sus tardes Don Richard, cuando salía a conducir por la ciudad, Libia nunca había entendido que esa canción hablaba más de la muerte, que del amor.
Iban con el aire sobre el cabello, en una carretera larga y solitaria, ambos con sus manos de fuera, como acariciando el viento, como si quisieran dibujar por el cielo, se amaban tanto que aprendieron más a compartir el silencio, que entregarse a palabras.
Marco no pudo creer como esa mujer se había subido a un automóvil deportivo, y al mismo tiempo le frustraba la idea de que jamás se pudiera comprar alguno, peor aún, que jamás pudiera tener una chica así de hermosa como Libia, con la que pudiera compartir su automóvil Deportivo.
Libia pidió de cenar una pasta, y una copa de vino rosado, su papá siempre pedía un buen trozo de carne, con puré de papá y chiles toreados, vino tinto y un Sprite. Pareciera que el mismo se inventaba su Tinto de Verano y lo saboreaba como se le daba su chingada gana.
Marco llegó un poco tarde al restaurante, donde tocaría esa noche, comenzó a acomodar sus cosas, tomó su guitarra y se la ajusto en el cuerpo, probaba el micrófono y rasgaba un par de notas en la guitarra, de pronto comenzó a hablar, tratando de explicar un poco por qué tocaría la siguiente canción, explicando como si fueran cuentos, que provocarían en los comensales, imaginarse el trasfondo de la rola para conectar de otra manera con la melodía.
- Esta canción la escuche por última vez a un lado de la camilla de mamá, una noche antes de su muerte, mientras me decía que le echara aire, porque sentía mucho calor, yo solo movía el abanico de un lado para otro, mientras Eddie Veder me decía “ Si no me vengo abajo mi memoria permanecerá clara, así que te tuviste que ir, y yo me tuve que quedar aquí, pero lo más extraños es que estas tan lejos pero te siento tan cerca, y no lo voy a poner en duda, de ninguna manera, esto de ser una puerta abierta para que regreses”.
Y de pronto comenzó a sonar Come Back de Pearl Jam, en un tono muy melancólico, muy bajito, muy triste, las luces casi se apagaron, dejando el lugar como una cueva vintage con toques fúnebres, Libia, detuvo su bocado, abrió sus ojos grandotes, y solo miraba como las pestañas de Marco le aplaudían sin querer al viento, Don Richard conocía esa canción, Don Richard vivió sus mejores etapas con Pearl Jam, Don Richard quería ponerse inmediatamente su camisa roja de cuadros para amarrarla a la cintura con su bermuda de mezclilla y su botas de gasero, muy grunge.
Todo era perfecto esa noche, la música, la comida, el encuentro, la temperatura, la gente, todo estaba conectado con todo, Marco, terminó de tocar, puso su guitarra a un costado, le dio un trago a su cerveza oscura, y caminó sin miedo entre las mesas y las sillas, llego con Libia, se puso de frente, se enredó las manos , le sudaba la frente, Libia no decía nada, solo se tenían ahí en ese presente, para ellos, para nadie más, para decidir, que es lo que tiene que pasar.
Continuara.